Entrevista: Don Eduardo Oramas Alayón

Daniel González, Jusay Mahamud Debra y Pedro Pérez

Es repetido el argumento de que es poco probable o imposible que en esta época se pueda encontrar un gran maestro de Juego de Palo en nuestro archipiélago que pueda aportar algo nuevo a lo ya conocido. En el mejor de los casos, sería extraordinario encontrar a alguien que aporte algo que no haya sido contaminado por los tiempos modernos, los cuales trajeron consigo la difusión de este juego tradicional en las últimas décadas del siglo XX.

La prueba viviente de que todavía en nuestro archipiélago es posible recuperar gran parte de nuestro pasado más antiguo, es sin duda Don Eduardo Oramas Alayón. Natural del sur de Tenerife, más concretamente de San Miguel de Abona, lleva consigo una historia de trabajo y supervivencia avalada por sus noventa y tres años de edad.

Un grupo de personas, entre ellas nuestro compañero y colaborador Daniel González, el cual ha sido la mano ejecutora de esta entrevista, tuvieron la suerte de conocer a Don Eduardo y después de un previo y largo análisis ejecutado por parte del maestro, la oportunidad de aprender de su sabiduría.

Por sorpresa, el conocimiento que había heredado de su familia y allegados iba más allá del manejo técnico del palo, ya que Don Eduardo pudo aprender y desarrollar posteriormente una defensa personal a mano vacía conocida como Juego de Manos.

Aunque ya existían referencias sobre esta forma de defensa a mano vacía, a saber, mañas ejecutadas de esta forma durante el Juego de Palo y testimonios orales, era la primera vez que una persona conocedora de un sistema completo se abría a compartir sus conocimientos con un grupo de alumnos.

No sabíamos si esas referencias sugieren una práctica igual o similar a la defensa personal de Don Eduardo Oramas, por ello queríamos indagar más en su figura, en su vida y en sus conocimientos con el fin de esclarecer algunas dudas al respecto de su saber en la esgrima de palo y en la novedosa defensa personal con la mano heredada de su abuelo.

Por ello les dejamos con el testimonio del maestro, el cual no tiene desperdicio alguno.