La conjura de los necios o las rayas en la mar
Alejandro Rodríguez Buenafuente
Aparentemente en la actualidad social y cultural de las islas, existe tremendo lío montado sobre lo que rodea a eso que habían llamado todos los isleños “juego” de palo o garrote (o…,según lo contundente del palo y los nombres locales, incluyendo la referencia a la mano limpia) desde principios del s.XVIII hasta mediados los 80 del s.XX;y a partir de ahí,y sólo por parte de algunos, como “lucha” del palo o garrote (...).
La cuestión parece inabarcable: un caos con decenas de expresiones que no se sabe bien qué significan, de formas distintas de entender la práctica, de opiniones encontradas y de sentimientos enfrentados, y a veces con encono irreconciliable.
Sin embargo, creemos que se puede aclarar bastante con un simple seguimiento histórico de lo que ha pasado en estos últimos 30 o 35 años, quitando, evidentemente, la cuestión de los sentimientos, que parece que necesitaría de la intervención los dispositivos y protocolos psicológicos específicos en emergencias y desastres.
Básicamente lo que ha acontecido en estos años es:
1. Se plantearon dos modelos de gestión cultural y deportiva de la práctica a finales de los 80, que a principios de los 90 quedaron diáfanamente claros con la publicación de algunos títulos, básicamente la Lucha del Garrote de Jorge Domínguez Naranjo y el Juego del Palo de Ángel González Torres y Guillermo Martínez (y una década antes por Juan Jerónimo Pérez, por un lado y Francisco Ossorio Acevedo por el otro).
2. Luego, durante esa década, el Gobierno de Canarias inició y culminó un proceso de regulación, básicamente desde el ámbito deportivo, que no entendió cuáles eran realmente las opciones de gestión que le demandaban los practicantes, y que creó dos nuevas opciones administrativas, que no las recogían adecuadamente, pero que sí que eran jurídicamente funcionales y vinculantes y las que aproximadamente la mitad de los practicantes se vieron abocados a seguir y adaptarse y la otra mitad se vieron excluidos.
3. A partir de ese momento, ha sido la Conjura de los Necios al revés: cientos de Ignatius han pululado con sus libretas rampantes, haciendo rayas en la mar, mientras que los necios no hemos atinado a dar pié con bola.
Antes de entrar en cuestión, hemos de hacer una afirmación que pone perfectamente en situación la cuestión: este es un debate reciente dentro de la historia de la práctica. Quizás suene como un posicionamiento previo, un prejucio, pero no… Es un hecho incuestionable, que existe queramos o no. A saber:
Nadie ha presentado ni un sólo caso en que se registre en nuestra tradición la expresión concreta “lucha” del garrote o del palo o del tolete o de la mano, o de... con anterioridad a 1985, cuando el maestro Francisco Santana Suárez quiso explicar la diferencia entre el “palo canario” y la “lucha del palo”en unas exhibiciones en homenaje al maestro Elicio Díaz Rodríguez, La Verga, realizadas aquel año; declaraciones sobre las que abundaremos más adelante.
El debate original
Este debate se definiría inicialmente por la confrontación de dos opiniones simples sobre el porqué y la validez de la denominación de aquello que se había llamado hasta entonces como “juego” de palo o garrote. Una de estas opiniones plantea la existencia de un “arte de combate” isleño tradicional, que se ha intentado esconder cultural y socialmente, mediante demostraciones públicas lúdicas y festivas, y con el uso engañoso del término “juego”, el cual, por lo tanto, se consideraría erróneo y susceptible de ser modificado; y la otra propone que el uso tradicional de la palabra “juego” es correcto y concreto para definir tanto al “arte de combate” 1, es decir el cuerpo técnico y táctico, y como cualquiera de sus manifestaciones más o menos lúdicas o festivas.
Así, aparentemente, el debate inicial es sólo sobre el nombre que se debe de aplicar al que se llamaba tradicionalmente “juego” de palo o garrote: si dejarlo como estaba, o modificarlo en pro de su perpetuación en la sociedad moderna. No obstante, ello implica también dos concepciones completamente diferentes sobre cómo afrontar la gestión de las prácticas tradicionales de combate, que se ha dado, y se da en todas las partes en que éstas existen; las denominaremos opción marcial y opción tradicional.
La visión marcial propone que una o unas pocas personas tienen la capacidad y la legitimidad para “extraer” lo fundamental, técnica y culturalmente, de la tradición y elaborar una fusión que se fija mediante protocolos y, en su caso documentación, y que puede ser enseñada a otras personas como un cuerpo coherente que se perpetúa así en el tiempo, como algo fijo. Esto implica que los individuos que aprenden después no están vinculados directamente a la tradición previa, sino al cuerpo de enseñanzas que se fue diseñado por el promotor original, y que, con el paso del tiempo, se suele acabar presentando a sí mismo como una especie de tradición regulada de nuevo cuño. Obviamente, si se asume el principio como válido, el principal problema de esta opción está en la actuación de la persona promotora inicialmente, en cuanto a su capacidad y su honradez a la hora de extractar los supuestos fundamentos de la tradición.
Hay que señalar como en Canarias, en lo referido a esta opción proclive a la sustitución del nombre de la práctica, se presentaron dos alternativas: una, muy recurrente el entonces entrante mundo de las “artes marciales” internacionales, fue el uso del solo nombre de del útil de la práctica para definirla, en nuestro caso el “palo canario” (como segunda opción, la primera fue “el banot”); y la otra promover la palabra “lucha” en su acepción de “pelear” o combatir”, aún cuando el uso tradicional de la misma en Canarias se ajusta principalmente a su primera acepción comúnmente aceptada: “contender a brazo partido”, es decir con agarre.2
También hay que destacar sobre lo último como los partidarios de la visión “marcial” de la práctica se decantaron muy pronto por la terminología “lucha del garrote” (luego extendida a otros útiles), abandonando la de “palo canario”, que popularmente y de forma que parece muy curiosa, ha acabado usándose como sinónimo estricto de “juego del palo”.
Por su parte, la visión tradicional se basa en el mantenimiento y promoción de las líneas de transmisión ya existentes de la práctica, siguiendo sus propios parámetros. Como en el caso anterior, la figura del transmisor es fundamental, pero al haber potencialmente cientos de líneas de transmisión, la mala praxis individual, se difumina entre ellas, de manera que la acción negativa es infinitamente menor sobre el conjunto del proceso de transmisión general de la práctica.
Los principales problemas de esta opción son, por un lado, lo complicado y exigente de la gestión del proceso de enseñanza y de promoción: así en estos tiempos de sobreinformación, una regulación pobre da pié a la posibilidad de que las naturales influencias externas, desnaturalicen la práctica como consecuencia de su rápida acumulación; mientras que un excesivo énfasis en las delimitaciones técnicas puede dar lugar a fosilizaciones indeseadas, incluso tendentes a las coreografías, que también son desnaturalizaciones. Además, esta forma de actuar exige una labor constante de investigación, registro y seguimiento de la tradición y sus practicantes, y la colaboración activa de distintas instancias administrativas (deportivas y culturales), ya que se trata de elementos del patrimonio cultural inmaterial y como tales hay que tratarlos.3
Precisamente, en las islas un exceso de celo en la regulación y la ausencia de acciones de investigación y seguimiento, ha dado lugar a una situación de notable fosilización cultural y técnica en torno a un número limitado de tipos o “estilos”, que ha implicado el abandono institucional de los practicantes no incluidos en ellos, dándose además el caso de que más de 20 años después de la delimitación de los mismos todavía siguen apareciendo líneas y formas tradicionales, no registradas con anterioridad.
La acción administrativa
Considerando estas dos opciones de partida en principio válidas para afrontar la cuestión (otra cosa es que prefiramos una u otra…); hemos de entender que el problema se inició realmente en los 90 con el actualmente vigente proceso asociacionista y federativo4, cuando el Gobierno de Canarias, asesorado por sesudos académicos del ámbito deportivo de las universidades canarias, adscritos a la orientación epistemológica de la praxiología motriz, optó por la consideración de una práctica ancestral denominada “palo canario” que se reguló por dos federaciones deportivas diferentes: una para un deporte plenamente desarrollado, con enseñanza unificada,competición y uniformidad de intervención, denominado “lucha del garrote”, y otra para un proto deporte, o juego deportivo, sin mayor regulación que la consideración de algunas variantes estéticas, que se denominó “juego del palo”. Todo ello muy acorde con la señalada línea de pensamiento.
Así, aparentemente, el Gobierno de Canarias, ante dos posibles formas de afrontar la práctica institucionalmente, optó por intentar dar cobertura ambas. Pero el problema es que se integraron específicamente en una única sección específica de la Ley Canaria del Deporte, que se denominó de “juegos y deportes autóctonos y tradicionales”, locual quiere decir que todos los deportes y juegos catalogados en dicha ley, además de autóctonos, tienen que ser tradicionales. Y esta no es cuestión menor, ya que resulta que la opción marcial, es decir la representada por el deporte “lucha del garrote”, pues no responde a los parámetros de lo tradicional (al menos, tal y como los recoge la UNESCO), como hemos señalado anteriormente, y de hecho viene a ser antítesis de ellos. Posiblemente, si la ley hubiera hecho distinción clara entre tradicional y autóctono, las situación actual sería mucho más clara y ventajosa para todos.
El resultado ha sido que la Federación de Lucha del Garrote se ha visto en la obligación de tener que defender la existencia de un supuesto deporte tradicional llamado “lucha del garrote”, en igualdad de condiciones que al que se registró como “juego del palo” y que efectivamente lo es, con el hándicap de no puede remitirse a maestros o líneas tradicionales concretas, puesto que ello va en contra de su funcionamiento marcial. Su solución ha sido tan forzada como la situación lo ha requerido y en la órbita de las querencias tradicionalistas y origenistas de otras artes marciales: el recurso al pasado remoto y no constatable, pretendiendo que esto sea una especie de conexión con la tradición. Así, al igual que los practicantes del arte marcial kali filipino se retrotraen arbitrariamente a los indígenas de la isla de Mactán anteriores al s. XVI, los del arte marcial lucha del garrote, lo hacen a los isleños canarios anteriores a la conquista española del s. XV. Pero la tradición exige la transmisión directa de una generación a otra y no existe si se plantea un salto de generaciones… Así, además han conseguido entrar en el exclusivo colectivo de las artes marciales reconocidas institucionalmente como Deportes Tradicionales, una total contradicción.
La Conjura de los Ignatius
A partir de aquí, la confusión ha sido total: circulan montones de interpretaciones lapidarias intentando repartir el juego como mejor pueden. Repasemos alguna de las más oídas, a mi se me ocurren ahora estas cinco, pero seguro que hay más:
1. El palo y el garrote son igualmente tradicionales o uno si y otro no, o.... algo por el estilo…
2. Los sistemas técnicos para manejar el palo y el garrote (y el tolete, y la mano limpia) son distintos:
3. Los estilos son elementos tradicionales del juego del palo.
4. El “juego de palo” es un juego deportivo y la “lucha del garrote” es un arte de combate (y por extensión la “lucha del tolete” y la “mano canaria”, que también han sido propuestas como deportes tradicionales independientes).
5. ”Juego “ o “Lucha”, dos formas de verlo.
1. El palo y el garrote son igualmente tradicionales o uno si y otro no, o.... algo por el estilo...
Error, el palo y el garrote son nombres de útiles en Canarias.Tradicionalmente en las islas al sistema técnico se le denomina “juego”. Usar los anteriores para referirse a este último implica la modificación del término tradicional y por tanto una visión marcial.
2. Los sistemas técnicos para manejar el palo y el garrote (y el tolete, y la mano limpia) son distintos:
Falso, aunque ciertamente el tamaño y características de los útiles influye el sistema técnico o “juego”, hay otros elementos más relevantes a la hora de definir tipologías técnicas de juego: las principales son, por un lado, las que atañen al caso más habitual de punto de agarre del palo y al del usos de sus puntas; y las que atañen a la concepción táctica general de del ataque y la defensa, por el otro. Con respecto de los primeros, el juego puede ser por una punta o por dos puntas, y con agarre corto (cerca del medio del útil) o con agarre largo (cerca de las puntas); y con respecto a los segundos puede ser o bien cerrado, o de cuadra firme, o bién abierto, no cumpliendo con las cuadras sobre el terreno, tanto en ataque cómo en defensa; en cuanto al ataque específicamente: de palos nobles o de engaños, y en cuanto a la defensa: de atajado pleno, o basta, o de contras de desvío y de vacíos, o fina.
Siendo entonces el tamaño y características del palo el elemento menos definitorio tradicionalmente de la forma de jugar, aunque sí, un hándicap claro para determinadas formas, por ejemplo no resulta práctico jugar con agarre largo un palo que supere la altura de una persona, de la misma manera no lo es jugar a dos manos un palo de menos de 5 cuartas.
3. Los estilos son elementos tradicionales del juego del palo.
Falso, los estilos son fruto de un acuerdo reciente, de 1985, entre escuelas de varias líneas de juego, que se reunieron constituyendo la Asociación AJUPAL (Línea de Tomás Déniz, Línea de Pedro Morales, Línea de Leopoldo Acosta, Línea de Miguel Calderín, Línea de Simeón Alberto y Línea de Eloy Quintero, a la que se sumaron posteriormente escuelas de la Línea de Juan Cabrera y de Cristín Feo). Este acuerdo consistió en la consideración, con vistas a la perpetuación y promoción de la práctica de una serie concreta de líneas de ascendencia tradicional constatable, y en torno a la figura de unos jugadores emblemáticos que se consideraron como maestros tradicionales.
Lamentablemente, se intentó demasiado pronto, y por tanto, con pocos conocimientos de la tradición, dar un contenido técnico al juego de dichas líneas, motivo por el cual se consolidó el término de aroma marcial “estilos” (no presente en la tradición salvo para hacer mención a la forma personal de práctica de los jugadores) para la referirse a ellas; asumiendo erróneamente que la forma de jugar se mantenía sin modificaciones ni evolución dentro de dichas líneas de transmisión. Sin embargo, la investigación sobre la fuente oral, gráfica y bibliográfica ha demostrado de forma rotunda que la forma de juego se modifica no sólo de una generación a otra, sino a lo largo de la vida de cada jugador individual y que las líneas se cruzan de forma continua, hasta el punto de que, por ejemplo, las líneas más conocidas de noreste de Tenerife confluyen en un único jugador que enseñó en la década de 1860, D. Pedro Pestana Guevara. Más aún esta tendencia al cambio se demuestra por el desarrollo en los últimos 30 años de varias versiones diferentes de los supuestos “estilos” en las líneas de juego con mayor número de practicantes, por ejemplo la línea de D. Tomás Déniz Hernández.
En tal caso los “estilos” son una tipología digamos estética que, de querer hacerse, debe de ser en función de una tipología técnica y táctica básica previa, como la propuesta en el anterior epígrafe, y cuya única función sería poner la especificidad en el juego de tal persona o tal línea en un momento dado, cuestión que puede ser interesante llegado el momento de caracterizar. Así, desde el punto de vista de la anterior propuesta y por poner un ejemplo, el juego de D. Cristín Feo y el de D. Pedro Morales, ambos fallecidos, se pueden describir como pertenecientes al mismo tipo: básicamente por una punta y agarre corto dominante, acciones abiertas, ataques de engaño y defensa fina, sin embargo tienen una serie de particularidades que son las que definirían su estilo particular dentro de un mismo tipo de juego. Pero ello no implica que sus discípulos en un futuro más o menos lejano, vayan, no ya, a mantener dichas características estéticas concretas, sino incluso a mantenerse en el mismo tipo de juego. Recordemos el relato sobre el cambio de planteamiento radical de juego del maestro José Morales en algún momento de finales del s. XIX (Pedro Pestana Guevara falleció en 1908) recogido de la tradición oral del San Andrés por del jugador Cipriano Mejías, toda una demostración de la futilidad del concepto del “estilo” como algo estable:
Pedro Pestana siguió su vida viajera y al cabo de algún tiempo volvió por San Andrés para cruzar su palo con José Morales, iniciaron el juego y dentro del mismo, Pedro Pestana, para probar a su alumno, le tiró el palo a la cabeza cuya defensa él le había enseñado, pero cuál no sería su asombro, al ver que Morales no se lo atajó de la forma que él esperaba, sino que haciendo caso omiso del palo <>, lo esquivó mediante un cambio de <> y le entró de punta a la garganta. Pedro Pestana extrañado, tiró su arma al suelo, y gritó: “¡José Morales!, ¡qué has hecho del palo, si ya juegas más que yo!. Y cuentan que no volvió más por San Andrés.5
Igualmente se ha demostrado poco realista la existencia de los maestros de juego de palo como una figura monolítica, intocable y absolutamente reconocida por todos los componentes de una línea. Esto es así, sólo en algunos casos concretos, básicamente en líneas de enseñanza familiar muy cerradas como por ejemplo en el caso de la familia La Verga de la Esperanza con relación al fundador de la saga familiar de jugadores, D. Eugenio Díaz Estévez, a quienes sus biznietos siguen considerando como “El Maestro”, pero no así a la persona que lo enseñó a él mismo, aunque nunca dejó de citarla. Existen ciertamente, casos de reconocimiento claro, hasta por escrito, por ejemplo, D. Tomás Déniz en algún momento signó el nombre de su maestro con ese título en una foto de 1920 que tenía de D. Nicolás Morales Martín, quien lo enseñó cuando tenía 17 o 18 años. Sin embargo, a su vejez, se cuidó mucho de citarlo en público en las acciones de promoción de su propio juego a principios de los 80. Y qué decir del anterior caso presentado de José Morales y su maestro.
4. El “juego de palo” es un juego deportivo y la “lucha del garrote” es un arte de combate (y por extensión la “lucha del tolete” y la “mano canaria”, que también han sido propuestas como deportes tradicionales independientes).
Falso. Para usar terminología marcial: El juego del palo es un sistema de combate tradicional canario y la lucha del garrote (o de lo que sea) es una forma marcial intercultural de interpretarlo.
Esta interpretación se arroga hasta la potestad de cambiarle el nombre por considerarlo engañoso. En este sentido el promotor del término es meridianamente claro: REIVINDICA el término lucha del garrote” porque afirma que “es la que mejor define a la tradición”:
a. “(...) entre las denominaciones empleadas en el pasado como “jugar garrote”, “pelear con el garrote”, “habían hombres que luchaban hasta con el garrote”,” juego del garrote, aunque era una lucha”, prefiero reivindicar el término Lucha del Garrote, porque, además de las imposiciones gubernamentales expuestas anteriormente, es la denominación que mejor define esta tradición”.6
Obviamente, cambiar un término tradicional es lo más contrario a la tradición que se puede plantear. Se trata diáfanamente de una interpretación, no sé si mal intencionada, pero sin duda muy conveniente en un momento en el que había que justificar la existencia, actuando sobre la práctica, de una segunda federación reconocida como reguladora de un deporte tradicional, al que todos habíamos llamado antes juego de palo.
b. Pero, aprovechemos que tenemos delante este texto con varias digamos citas tradicionales para intentar justificar dentro de la tradición el término reivindicado:
c. 1) “jugar garrote”: está claro, manejar el garrote (ofensiva y defensivamente, se entiende).
d. 2) “pelear con el garrote”: diáfano: usar el garrote para pelear (en ausencia de reglas de intervención se entiende).
e. 3) “juego del garrote, aunque era una lucha”: parece claro que el habla quiere decir que el juego del garrote, podía usarse para las peleas (entendiendo el uso de la palabra lucha en esa acepción, puesto que la lucha como tipo de combate conlleva agarres, que, obviamente se hacen con las manos).
f. 4) “habían hombres que luchaban hasta con el garrote”: esta frase sí que es a tener en cuenta, ¿qué sentido tiene el uso del adverbio hasta?, ¿quiere decir el informante que había hombres tan buenos con un palo (o garrote) que podían hasta luchar con él?. Si es así (cómo no parece que pueda ser otra de otra manera) y tomamos la acepción de la palabra lucha en el sentido de pelea: pues la frase no tiene sentido, ¿qué tiene de remarcable el que un hombre pueda coger un garrote para pelearse?. Pero si la entendemos en su acepción de técnica de tipo de combate específico, sí que resulta algo destacable que alguien luche con un palo (garrote..) y además conecta con el uso tradicional dentro del juego del palo de técnicas para derribar a un contrario sin hacerle daño, que algunos llamaban como “palos de la estercolera”. Esta acción es difícil y conlleva muchos riesgos si el rival es solvente y libre de golpear puntos sensibles puesto que implica aminorar los ataques y posponer los impactos, dando pie a descubiertos y situaciones comprometidas. ¿Es a estas técnicas y planteamientos lo que se refería el maestro Francisco Santana cuando intentó explicar lo de la lucha del palo en la plaza de toros con su discípulo y, casualmente promotor de toda esta concepción marcial.
g. Y 5) “...............................................”. ¡Vaya...!, no hay más citas que analizar, y no ha aparecido literalmente la “lucha del garrote” entre las citas tradicionales que nos ofrecen para elegir el nombre... Bueno, no importa porque el planteamiento no es tradicional.
Insistimos en que “juego de palo” (garrote o lo que sea) se entiende tradicionalmente en las islas por el cuerpo de técnicas, tácticas y estrategias para manejar un palo con intenciones ofensivas y defensivas, es “la ciencia” en palabras de la difunta jugadora Luciana Díaz Rodríguez, La verga. Dicha ciencia se define funcionalmente por sí misma: su objetivo último es inutilizar absolutamente a un hipotético rival que blanda otro palo. Y dicho objetivo técnico siempre está ahí, con independencia de cuál sea la intención que se tiene cuando se aplica. Otra cosa son las situaciones en las que se manifiesta el juego:
h. Sí hay reglas (aunque sea una sola), pues estamos ante un desafío, entonces el juego es de desafío, y obviamente, cuando se organiza una competición con reglas, como ya hace tiempo que se están haciendo, se trata de una variante del juego de desafío (En ambos casos uno tiene que ganar claramente, la diferencia es que el juego de desafío no tiene porqué acabar bien..., mientras que la competición deportiva sí que tiene, si...)
i. Si no hay reglas, y obviamente estamos ante una pelea, entonces el juego es de pelea, o de riña, como dicen en Venezuela, ( aquí no importa si acaba bonito o acaba feo pero uno tiene que ganar y quedar claro para el que lo vea, por poco que entienda).
j. Si hay que hacer una demostración, el juego es de exhibición sea de juego libre o sea de técnicas sueltas, cosa que apenas se conocía en la tradición hasta la aparición pública de d. Eduardo Oramas Alayón. (en la demostración siempre tiene que ganar uno y quien no vea esto en una exhibición, o no entiende de combate, de juego libre, o bien son los que la hacen los que no entienden, que haberlos hailos…)
k. Y si se juega para entrenar o para entretenerse, el juego es de ensayo. (Como siempre gana uno y otro pierde, ya que es es el objeto de la práctica, pero esto no es lo más importante para los contendientes, ni tampoco el público que pueda haber por los alrededores.
En tal caso y volviendo a la terminología marcial: el juego de palo es un arte de combate, al igual que la lucha del garrote. La única diferencia es que este último está cerrado técnicamente por la interpretación de una tradición técnica (que curiosamente se llama juego de palo) por parte de uno o unos pocos promotores y solo se puede ampliar por la acción técnica de algún innovador con capacidad para ello, y en cuanto a las variedad de manifestaciones posibles (competiciones, demostraciones, enseñanza…), también dependen de la acción de ese grupo, central que se ha de ajustar estrictamente a los parámetros fundacionales.
Mientras que el segundo responde a una serie de personas grupos que lo han aprendido por tradición y que lo pueden seguir enseñando por tradición y a los que se debe de potenciar que lo sigan enseñando y creando nuevos practicantes. No es posible por lo tanto plantear una unificación de técnicas o de formas de enseñanza, ni imponer formas únicas de manifestación, terminología, ni cualquier cosa que no surja directamente de los grupos de jugadores. Obviamente, el asociacionismo formal moderno es recomendable para los practicantes y se puede interpretar como una evolución natural de la práctica, lo que no se puede es exigir institucionalmente este asociacionismo ni olvidar a los que no han querido, podido o sabido asociarse, porque ellos son tan practicantes como cualquiera. Y, si algunos practicantes con una línea de ascendencia reconocida (principalmente por ellos mismos…), deciden organizar una competición, pues están en su derecho: ya lo intentaron en los años 50 Tomás Déniz o Luciana y Elicio Díaz, entre varios otros no tan conocidos
5. ”Juego“ o “Lucha”, dos formas de verlo.
Debate falso. No hay dos formas de verlo; hay más o menos, según se quiera ver la forma de verlo: técnicamente sólo hay una porque el objetivo técnico del juego de palo es siempre derribar a un rival armado con los menos golpes posibles, y el que no vea esto, diciendo que juega, simplemente es que no sabe lo que está haciendo.
En cuanto al modo de manifestación sí que hay dos formas de verlo, si importa mucho el resultado en un momento dado, es decir el decidir quién vence, o si no importa mucho. Lo primero se dará en peleas, desafíos y competiciones y lo segundo en exhibiciones, demostraciones, entrenamientos y vacilones.
Aquí conviene analizar a cuál de estas dos opciones pertenecen los supuestos modos de ver opuestos, Juego y Lucha.
Los que juegan por entretenerse o por quedar bien en una exhibición, pues está claro que en su forma de verlo, no importa mucho quien gane o pierda, alguno acabará marcándole un palo al otro, pero ya está… después se pueden ir a echar un vaso de vino. A estos se les suele meter en el concepto de Juego.
Y ¿a los que entrenan meticulosamente horas y horas, desmenuzando hasta la saciedad una técnica concreta pretendidamente funcional, hasta letal, que solo existe si el contrario hace lo que tiene que hacer, porque desde el momento que se salga del guion pues no sale el pasodoble…? ¿Esos de que grupo son? ¿Cómo lo ven?... Pues lo ven igual que los anteriores, solo que de una forma más organizada: lo que importa no es ganar al oponente que tienes delante, sino que la figura salga. Primero estás con el maestro y te toca perder, una y otra vez...Ya ganarás cuando llegues a maestro… Y cuando practicas con tus iguales, pues: ahora me toca a mí ganar y después a ti, una y otra vez… hasta que salga perfecto. Ganar o perder es lo de menos… O sea que al final es lo mismo, pero a estos se les mete en concepto de Lucha...
Aparentemente hay otra forma más de verlo, la de los fabetos, que decía Dña. Luciana La verga. Estos tocan sus palos en el aire alegremente y haciendo ruido sin saber muy bien porqué y de repente intentan tocar suavemente a su oponente… Pero esto en puridad no es una forma de verlo, es una forma de no verlo… fabetos… Esto no era así no hace tanto, cuando si decías que jugabas palo, te podía jugar el tipo, porque alguno venía a experimentarte.
Por último, la tesitura que atenaza a muchos artistas marciales, los del barco de la Lucha: si la situación lo exige, ¿sirve esto que estoy aprendiendo tan meticulosamente?, ¿me resuelve esto en una pelea?
La respuesta a esto es bastante fácil, a pesar de que pudiera parecer que no: si lo que se está aprendiendo conlleva habitualmente y principalmente juego libre, es decir combate, más o menos deportivo, pero combate, con libre interacción de técnicas de ataque y defensa; pues lo que sabe le sirve, ya que está acostumbrado a que lo intenten engañar para cogerle ventaja y ya sabrá cómo contrear. La única previsión indispensable es pensar en que lo único que importa en ese momento es ganar.
Pero si lo que se aprenden son protocolos de técnicas sueltas, pues incluso se está en franca desventaja, porque la memoria muscular se circunscribe a un número limitado de acciones y en situaciones muy concretas de distancia, dirección, colocación… en tal caso, aunque se tenga el convencimiento de que lo único que importa es ganar, la mente no responde porque está esperando identificar algo que le sea familiar para aplicar su repertorio.
Referencias
1 jugar. (del lat. iocāri.) 19. tr. Manejar un arma. Jugar la espada, el florete. RAE ©.
2 luchar. (del lat. luctāri.)
1 Intr. Dicho de dos personas: Contender a brazo partido. 2 Intr. Pelear, combatir. RAE ©.
3 Tanto la Convención de la UNESCO para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003, como la convención como la ley 10/2015 española del mismo título definen el patrimonio cultural inmaterial como el “que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad”.
4 Vigente en tanto que está en proceso de modificación parlamentaria.
5 “Recordando al mejor jugador de palo del que hay memoria. D. José Morales” Cipriano Mejías Gil. La Sorriba nº 20. Febrero 1985.
6 DOMÍNGUEZ NARANJO, Jorge. Lucha del Garrote. Catón. pp. 66. Centro de la Cultura Popular Canaria. La Laguna, 2000.