La orfandad de una tradición
Pedro Pérez
Para muchas de las personas nacidas en la década de los setenta y ochenta, el juego del palo fue una seña básica de nuestra identidad como pueblo. Se veía en fiestas, en la tele, en exhibiciones variadas, en el Día de Canarias. Tenía cierta presencia social y de alguna manera ya estaba interiorizado en el pueblo canario como una parte de su antiguo acerbo campesino, en una época en la que lo urbano sustituía cada vez más a lo rural.
En estos tiempos, en los que aquel sector primario, aquel campo del que bebían nuestras antiguas tradiciones, se encuentra bajo mínimos históricos en Canarias, parece que el juego del palo tiene el mismo destino, volviendo a la oscuridad de los siglos, conservado esta vez por un grupo de personas más privilegiado que otras. Me pregunto: ¿Por qué todo el trabajo de años anteriores parece no servir de nada?
Deberíamos aprender de otros deportes canarios y aspirar a un nuevo debate ante la pérdida de afición, de prestigio social y siquiera de la mínima presencia en nuestra tierra y fuera de ella. La lucha acaba de pasar por unas elecciones y al menos se vio cierto intento de confrontar ideas, de plantear nuevos caminos, de airear el tema. El juego de palo está dividido, marginalizado, no se encuentra en el lugar que merece y se nos presenta arrastrando vicios de décadas.
Los que entramos hace relativamente poco en esta tradición, en muchas ocasiones caemos en este mundo de ruptura, sin saber nada, sin tener conocimiento de lo ocurrido o sin llegar a concebir el estado de la actividad. A veces resulta un imposible aprender, ante la desidia, la nulidad de medios, apoyos y movimiento, por parte de muchas instituciones supuestamente responsables. A ello unimos el disparate de que en Canarias existan dos federaciones deportivas de lo mismo, pues no existe argumento alguno que pueda sostener semejante irregularidad.
Esta división, aparte de dañina con la tradición, mueve a confusión, enfrentamiento, e impide que en el caso de retomarse lo competitivo de nuestra herencia, esto sea consensuado, respete a todos y favorezca el crecimiento del mundillo. Parece ser que se peca en este caso de un hacer adelante y ya está, sin temor a las posibles consecuencias, sin estudiar otras posibilidades. Algo, en el fondo, muy humano. Al igual que humano y casi que atávico a la canariedad es el carácter autodestructivo y negativo que nos hace caer a veces en un pozo sin salida, no siendo el mundo del juego del palo una excepción.
También hace mucho daño el establecimiento de ciertos mitos, como un canon de juegos estático que parece no moverse desde hace años, solo así se entiende la ignorancia hacia un auténtico maestro de la tradición como es D. Eduardo OramasAlayón. Parece ser que la tradición es algo quieto, que en un determinado momento se fosilizó y que hay que rescatarla como algo muerto, como técnicas de ciertos maestros, ocultando el dinamismo que dentro de unos parámetros caracteriza a nuestra herencia en este caso.Es evidente que lo que se estudió y estableció como dogma en otros tiempos, no es sino una mínima parte de lo que nuestro deporte puede dar de sí.
Al menos en lo que me enseña mi experiencia, creo que existe mucha más gente que sabe jugar palo de la que se conoce públicamente, esto es un hecho en lo que respecta a La Palma, isla en la que se conserva más de lo que se dice. Existen aún muchas líneas por descubrir. La investigación no debe estar nunca cerrada, aún podemos llevarnos muchas sorpresas e investigar en cuanto al juego del palo, de la mano y otras actividades relacionadas, como la lucha canaria folclórica anterior al reglamento. Estos practicantes, junto a los que no se encuentran enclavados en ninguna federación, son (somos) auténticos huérfanos de nuestra tradición, desamparados y olvidados por los detentadores oficiales de la costumbre y sus interpretaciones. Esto es reflejo del auténtico fracaso en el que estamos inmersos en la actualidad, pues desde que se ignore o pretenda enterrar un juego, un practicante, una rama en definitiva de tantas que forman la tradición, se seca el árbol. Al igual que cuando se lo pretende injertar desvirtuándolo o encorsetándolo demasiado en falsas medidas.
Los practicantes que no estamos alineados (como el movimiento de terceros países) con ninguna federación y que somos mayoría clara, debemos hacernos presentes, hacer valer nuestros derechos en un mundo que nos desprecia o condena a la orfandad permanente. Se debe dar un oportuno viraje, acabar con el estado actual de cosas dándonos encaje y pidiendo lo que nos corresponde: encaje en una federación que defienda lo nuestro y trabaje con ahínco por su conservación, desde la seriedad. Si se tiene que hacer un planteamiento competitivo que los que saben hablen y se consensue sin invenciones.
Por eso yo así escribí
Unos versos sobre palo
Viendo huérfano algo malo
Que como otros ya sentí
Y siendo como viví
Asunto que desconcierte
Vamos a que se despierte
Nuestra vieja tradición
Antes que llegue ocasión
En la que halle su muerte
Pedro Pérez “El Gasio”