Hace muy pocos meses se celebraron los 30 años de la inauguración de la Escuela Insular de Palo Conejero, dirigida por el maestro don Cristín Feo de León, y creada con el objetivo primordial de evitar la desaparición de esta actividad tradicional que se encontraba en letargo, olvidada y casi enterrada.
Don Cristín había aprendido este juego de joven, teniendo como compañero de aprendizaje a su primo “Pepito” Feo, y como maestro a su tío don José María Feo Barreto. Este último, a su vez, había aprendido el juego a través de don Pedro Viñoly Rodríguez. Esta línea de juego, estas generaciones de jugadores, nos mueven hasta el último tercio del siglo XIX, cuando don Pedro Viñoly aprendió el juego. Por lo tanto, don Pedro es contemporáneo de don Pedro Pestano, el maestro más antiguo conocido (al menos, con nombre y apellidos, pues noticias sobre esta práctica las hay desde mucho antes) de la isla de Tenerife.
Por lo tanto, es éste juego nuestro, enraizado en el pueblo de Máguez (aunque la familia de don Pedro Viñoly provenía del pueblo de Tiagua), de una antiguedad a tener en cuenta, y sólo por eso, ya debería ser apoyado y conservado sin dudarlo ni un momento.
Pero más allá de eso, es también parte importante de nuestra Cultura; sí, con mayúsculas, pues no hay más que leer el diccionario en su tercera acepción (3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.). El juego del palo era una costumbre de nuestros antiguos, íntimamente relacionado con un modo de vida que ya no existe, en una época que ya pasó y desarrollado por determinados grupos sociales correspondientes a esas épocas y que no hay que dejar enterrados en los libros ni en la memoria, porque de ahí venimos los que ahora andamos por esta islas.
En los últimos años la Escuela Insular no ha pasado por sus mejores tiempos, pero el juego no se ha detenido. Buena parte de los alumnos de don Cristín han seguido reuniéndose regularmente, jugando y manteniendo el legado que este hombre dejó en la isla, de manera informal y al margen de las instituciones.
Se han tratado de formar nuevos núcleos, a veces con mejor o peor suerte, pero siempre con buenas intenciones (aunque, como sabemos, las buenas intenciones no siempre son suficientes ni son garantía de continuidad).
Esperemos que pronto podamos dar la buena nueva de la formación de un núcleo de juego en la isla para que todos aquellos interesados puedan acercarse a esta tradición de nuestra isla.